El Foro Empresarial desde bambalinas - parte 1
Martes, 21 de febrero
Con poquitas horas dormidas, el día se presentaba duro: arrastraba muchos días currando más de 15 horas seguidas y había muchísimas cosas dejadas para el último día. Esa mañana había mucha prisa para imprimir documentación, grabar cds, empaquetar carpetas… a media tarde llegaba el Rey, escoltado por el ministro de asuntos exteriores, secretarios de estado y directores generales, invitados VIP a los que había que entregar una primera copia (provisional) de nuestro esfuerzo.
El resto de la comitiva española despegaba de Hanoi sobre las ocho de la tarde, con lo que hasta las once y pico no estarían en su hotel. Un par de horas antes me enchufé el traje en la oficina, busqué a Ander y nos fuimos para el hotel Grand Hyatt mientras coordinaba con Pablo, que había ido al aeropuerto, la llegada de los empresarios españoles. Ander se posicionó y preparó la documentación a entregar en la sala de registro.
Al poco tiempo apareció nuestra jefa… - ¡Sergio fatal! ¡Todo mal! ¡Va todo fatal!… La cosa no era para tanto, la verdad, pero los nervios se apoderaban de todos. – ¡Y haz el favor de quitarte ese pendiente, anda!
Según entraba gente en el hotel con careto ibérico yo les acompañaba hasta nuestra sala de registro y Ander y Pablo repartían las hermosas carpeta azul con la documentación del evento (invitaciones, acreditación, block de notas, programa del evento, cd, listado de empresas participantes y bolígrafo). En unos cuarenta minutos habíamos acabado, eché uno ojo a la sala donde al día siguiente desayunaríamos, y sobre la una estábamos yendo con el chófer de cámino a casa, esquivando los marrones de la jefa que imposibilitaban ir la recepción del Juancar.
Qué mal sobé esa noche, sabiendo que me tenía que levantar a las 6.30, después de tantos días durmiendo poco, y oliendo el día que me esperaba…
Miércoles, 22 de febrero
Ducha rápida, y otra vez al hotel disfrazado de elegante, sin pendiente y bien afeitado (la cara irritada de pasar la cuchilla con tanta frecuencia). Esa mañana había desayuno de trabajo para los empresarios españoles, y el consejero económico de la Unión Europea iba a hacer una presentación, con lo que el informático era imprescindible allí. Aparte de supervisar el proyector, discutir con el técnico del hotel cuando a 5 minutos de empezar el desayuno no había buena imagen y mover micros, desayunamos comida exquisita, mezcla de tailandesa y mediterránea, y refrescantes zumos tropicales.
El desayuno fue interesante: se trataron temas para incentivar la inversión en Tailandia, empresas españolas afincadas aquí contaron sus experiencias y se comentó el buen rendimiento de la mano de obra tailandesa. Fue cuando menos curioso estar en una reunión de jefes empresarios... El desayuno no se alargó más de las diez y cuarto porque el siguiente evento era a las once en un hotel que estaba en la otra punta de Bangkok, y a esa hora los atascos son horribles.
Evitamos la calle y rápidamente subimos al BTS (el tren aéreo) que nos llevó hasta el río y allí cogimos un barco hasta el hotel Oriental. Chorreando por los 32 grados y con la chaqueta del traje puesta para tapar la camisa, saludamos a la gente de la embajada, a la consejera, al agregado naval y Maite, su esposa, que estaban esperando en la puerta del hotel. Subí al salón principal y allí nos esperaba impacientes gente de la oficina y amigos para saber cómo había ido el desayuno de trabajo. Yo necesitaba líquidos pero no sé si por protocolo o por qué habían dejado de servir bebida media hora antes. Cagüendiorobako!
La cabalgata real apareció bastante puntual. El rey dio una charla de unos 2 minutos lleno de orgullo y satisfacción elogiando la presencia de tantos españoles en Tailandia, Myanmar, Laos y Camboya, países de los que se encarga la embajada de Bangkok. Y en cuanto acabó el corto discurso todos bajaron del escenario y se pusieron a saludar personalmente a los asistentes.
Reina, rey, Moratinos… todos se acercaban a chocarme la mano y conocer mi procedencia soriana (jaja, yo de la Rioja, yo de Zaragoza decían los siguientes). Según me han dicho, en este evento me captó alguna de las cámaras y las enchufaron en el telediario de TVE1. Con el ministro de exteriores comentamos un poco la situación de Palestina (ese Pablo-Gallego que le tiró de la lengua); me acordé de Albert y de sus interesantes posts de tertuliano político y corresponsal en Tel-Aviv.
Pero lo bueno duró poco. A la una nos llamó el enviado de eventos del Icex para tener una reunión muy importante en la oficina. A menos de 20 horas para nuestro evento no sabíamos todavía donde íbamos a celebrar la inauguración del foro empresarial. La expectativa de asistentes tailandeses había crecido mucho, y más aún después de que la televisión thai enchufara al rey de España en Bangkok. Finalmente decidimos ocupar dos salones del hotel y hacer el evento a lo grande, con las dificultades técnicas que implicaban y el riesgo de que la gente fallara y pareciera un evento con poco éxito.
La tarde fue frenética ultimando preparativos, corrigiendo listas y recolectando la información a llevarme al hotel ya que durante los días del foro empresarial habíamos alquilado una sala para utilizarla como secretaría. Cuando me fui de la oficina mis compañeros desgrapaban y grapaban los listados (200 copias) por tercera vez. El único minuto tranquilo que tuve aquella tarde fue en la furgoneta de camino al hotel y lo aproveché para comerme dos perritos calientes calentados en un microondas de un 7-eleven, evitando los lamparones de ketchup sobre el traje.
En el hotel revisé los equipos alquilados, instalé todo lo necesario en el pc de secretaría, comprobé el de la sala VIP (que se alquiló por si algún pez gordo necesitaba mirar el correo) y chequeé muy a conciencia los portátiles para asegurar que no saltara ningún popup erótico durante las conferencias. A las doce y media de la noche llegó el resto del equipo o-bangkok (Faustina, Chatuma, Teresita, Mayura, Kun Pepa, Pablo, Jander y Kun Chacks; nos faltaban Lili y Kun Nui, las esquiroles), con muchos papeles, carpetas y ganas de acabar cuanto antes. Sin embargo la cosa se veía que iba para largo, había mucho por hacer: acreditaciones, los listados de participantes parecían no cerrarse nunca, presidentes de mesa, metalillones...
Pepa y yo bajamos al Ballroom, el salón principal donde se celebraría la sesión plenaria del encuentro empresarial y que habíamos ampliado para acoger más de 300 personas. Probamos el proyector y nos desmotibamos: la pantalla enorme, el proyector se había colgado del techo a base de agujeraco nuevo, la imagen se veía doble, desenfocada, con las luces principales de la sala apuntando directamente a la pantalla y ni una miaja de luz extra sobre el podium. Y lo peor fué que a los diez minutos me quedé yo solo, escoltado por Pepa, con órdenes expresas de que al día siguiente tenía que estar todo el escenario perfecto: luces, audio, proyección, decorados… Los técnicos del hotel bufaban cada vez que les pedíamos un cambio en un foco, se quedaban sin batería en el elevador, de tanto mirar a las luces y el sueño nosotros lo veíamos ya todo borroso y no distinguíamos la calidad de imagen… ¡un puto desastre!. Pepa había currado previamente en la producción de eventos musicales y esa misma tarde pidió a sus excompañeros unas nociones básicas sobre luces; aunque para algunos los festivales musicales sean atípicos, poder hablar con gente que ha llevado luces en eventos tan importantes (Creamfields por ejemplo...) ayuda, la verdad. Gracias Pepa por pringarte conmigo en aquel marrón. Entre legañas nos curramos un esquema de luces que no podía fallar. Nos costó lo suyo convencer a los 5 tais de que a las 4 de la mañana tenían que mover 12 focos q estaban a unos 10 metros del suelo y que para cada uno tenían que bajar, mover y subir el elevador, y en algunos casos mover mesas que ya estaban preparadas. El resultado fue buenísimo, si nos sentábamos en la silla del Juancar se nos veía bien iluminados, el podium del conferenciante lo mismo y el proyector de lujo con esa pantalla tan hermosa. Incluso las pancartas azules que colgaban desde el techo (y quedaban horribles con el fondo verde oscuro) entonaban con el decorado gracias a nuestro juego de luces. Creo q las ganas de irnos a sobar ayudó a que lo viéramos todo (casi) perfecto.
Aunque los managers del hotel se resistían a concederla, conseguimos una habitación por la patilla para que alguno durmiéramos allí esa noche. Eran las cinco y algo cuando subimos y como los otros tres becarios estaban ya dormidos (habían subido como veinte minutos antes) cedí la media cama sobrante a Pepa y yo tiré un colchón al suelo; a cambio Pepa me arropó con un par de batines de seda viendo el frío aire acondicionado de la lujosa habitación. Buenas noches y hasta dentro de una hora...
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