Camboya: de Batabang a Angkor Wat
Primera parte... De Poipet a Batabang.
De Batabang a Siem Reap
Arriba, a las 6 de la mañana para coger un barquito... como ya os habréis dado cuenta, los transportes locales en Camboya son de traca sin embargo éste barco servía de transporte tanto para mochileros como para mercancías y locales (supongo que con diferentes precios del mismo ticket; para nosotros costó 25$). Sus comodidades eran bastante básicas.
Yo me pegué todo el viaje en la cubierta, tostándome al sol y flipando con los paisajes que se divisaban, viendo como viven los camboyanos en las riberas del río...
Poco a poco el paisaje fue cambiando... el río se estrechaba y las casas se aislaban cada vez más.
Entrábamos en la zona bosques tropicales, selva y manglares... y, aunque el cauce del río era muy estrecho y daba la sensación de que el barco no podría pasar por allí, nada detenía a nuestro experimentado patrón. Hay que comentar que este recorrido no puede hacerse durante la época seca debido al escaso cauce y estando ya en la época de lluvias la ruta llevaba apenas quince días abierta.
El río se estrechaba más y más. Aunque abajo había profundidad y anchura suficiente, la sensación desde arriba era otra. La abundante vegetación se adentraba en el cauce tapando el río y el paso del barco cortaba y doblaba continuamente las ramas de los árboles. Pasamos por zonas donde apenas veías un metro de cauce, hicimos giros que parecían imposibles para un barco de esta anchura...
La situación en cubierta fue bastante entretenida ya que continuamente teníamos que sortear ramas, tener mucho ojo con los espinos y no parar de aplicarte antimosquitos. Sacudiendo tanta vegetación, la cubierta del barco se convirtió en una alfombra verde con un zoológico de insectos: arañas, saltamontes, mosquitos, gusanos, larvas, ciempiés... Kun Chacs abajo tampoco lo pasó muy bien, pero de verdad que arriba no podías haber estado.
Finalmente el barco llegó al lago Tonlé Sap que ocupa un área importante del centro de Camboya. Y con el lago volvió la vida humana, el movimiento de barquitos, de comercio...
El barco paraba frecuentemente en los palafitos de las orillas para descargar mercancías que venían desde Batabang y que durante la época seca se transportan por las tortuosas carreteras.
Siem Reap
Después de ocho horas de viaje, en aquella cubierta con ramas, hojas, fauna y con un sol tropical que cuando aparecía picaba bastante llegamos al puerto de Siem Reap. De nuevo con los pies en la tierra veíamos la pobreza camboyana. La vida diaria dependiente de los recursos del río, de la agricultura y del turismo mochilero que hace esa ruta.
Como vimos más adelante, aquella zona no tiene nada que ver con el centro. Siem Reap se nos presentó como una ciudad pequeña que no está a la misma altura que el resto de Camboya. Las hordas de turistas de todo el mundo (principalmente europeos, norteamericanos y japoneses) han hecho desarrollar una ciudad tremendamente turística y con precios nada proporcionados al resto de Camboya. Es la tasa que hay que pagar por ver Angkor Wat; es normal que el país aproveche un recurso tan valioso para aliviar su pobreza.
Por la noche cenamos en la calle de abundantes restaurantes y bares de copas para occidentales donde echamos una birra con guiris que habíamos conocido en el barco. La noche se alargó en una discoteca camboyana, reducto para la diversión de los locales y algún mochilero que al día siguiente no visitaba los templos. Yo no duré mucho allí, entre la paliza del viaje, la música techno machacona y que el ambiente no me gustó me busqué un casual motero, estudiante de ingeniería, para volver al hotel y que, aunque se perdió bajo la lluvia, me dio un entretenido viaje charlando sobre la vida de los jóvenes en Camboya y sus diversiones. Al igual que en Vietnam, este joven camboyano me dijo que ahorraba para de vez en cuando darse un capricho acostándose con alguna de sus amigas.
Angkor Wat
Después de la tralla de los anteriores días nos quedaba el propósito principal del viaje: ver los templos de Angkor. Como ya he dicho no soy muy de ver ni de entender templos y no quiero hablar demasiado de ellos (para eso os recomiendo la wikipedia) pero sinceramente me parecieron acojonantes.
Enorme parque histórico con infinidad de templos y ruinas para ver (hay pases de 1, 4 y 7 días).
Caras, multitud de caras esculpidas mirándote desde la antigüedad.
Situados entre la abundante vegetación camboyana.
Y lo que más me gustó: fusionándose perfectamente con ella.
De verdad que son unos templos que hay que ver. Si viajáis al Sudeste Asiático es más que recomendable la visita.
Nuestra ruta por el parque histórico se hizo bastante amena; en cinco horas habíamos visto algunos de los más importantes templos y nos habíamos empapado de arte khmer y lluvia. Agotados de la paliza del viaje de los últimos días y del recorrido por Angkor, volvimos a Siem Reap para coger el caro vuelo de regreso (sin contar los 25$ de tasas de aeropuerto) a Bangkok.
Y con esto terminó el viaje rulando con los medios locales por la salvaje Camboya. Un viaje de aventura continua en un país tan subdesarrollado como sorprendente. Un país pobre, con una horrible historia reciente y cuya corrupción le impide muchas veces tener ayudas internacionales. Un país que, por necesidad, explota Angkor Wat, su joya más preciada, proporcionalmente a su majestuosidad.
Etiquetas: Sudeste
2Comentarios:
Por dios q árboles!si parecen calamares q se agarran a todo lo que pillan!!!q chulo....PIZ!q nos vemos ya en breve!!te voy a dar la brasa hasta q te canses de mi, jaja. Besitos desde los mandriles. Sari
Tío, me he quedado de piedra al ver las fotos de los grandes árboles tapiñándose los templos. Qué pasada. Debe ser sobrecogedor.
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