31.8.06

Camboya: de Poipet a Batabang

Cuando viajo no me llaman tanto las atracciones turísticas, los templos y palacios sino que prefiero ver la forma de vida de la gente local y sus costumbres. Digo esto porque estando en el sudeste asiático parece obligatorio viajar a Camboya para visitar las impresionantes ruinas de Angkor Wat y no me llamaba nada la idea de viajar para ver exclusivamente dichos templos, para los que se necesita una semana para ver completamente, en una zona que está desarrollada específicamente para el turista que va a visitarlos. Así que busqué una alternativa al viaje y así acercarme más a la vida real camboyana a la vez que le daba un toque de aventura.


De Bangkok a Poipet

El viernes, directos desde la oficina, Kun Chacs y yo fuimos a la estación de autobuses para comprar los billete a Aranya Prathet, ciudad tailandesa fronteriza con Camboya. En la estación coincidimos con unas chicas nacidas en aquella ciudad y les sacamos un poco de información para poder salir por la noche. A las diez ya estábamos allí. Cenamos y nos acercamos al garito que nos habían recomendado. De nuevo éramos los unicos farangs en una discoteca tai y donde todos los locales hacían botellón en la pista mientras coreaban las canciones de la banda en directo.

El sábado nos levantamos pronto, desayunamos y fuimos en tuk tuk hasta la frontera de Poipet. En el lado tailandés había una larga cola de tais pero afortunadamente había otra fila exclusiva para extranjeros. El gobierno tailandés siempre pensando en el turismo... En cuanto pasamos al lado camboyano el panorama cambió drásticamente: niños buscando entre la basura, bebes en el suelo o en brazos de niños pequeños, policías de inmigración corruptos que te hacían pagara más de la cuenta, muchas mercanciás estacionadas en mitad de la nada...



Camboya es un país muy pobre, cuya historia reciente es muy cruel y sanguinaria. Los años de guerra civil y régimen dictatorial del Khmer Rouge han dejado un país devastado que duramente sobrevive a las malas cosechas y que busca en el turismo una importante entrada de capital, como se ve en los 20 $ USA de visado, los 25 $ de tasas de salida desde los aeropuertos internacionales y los precios de cualquier servicio no necesario para los locales (medios de transporte decentes, restaurantes...).


De Poipet a Sisophon

Desde Poipet no nos quedó más remedio que coger un autobús exclusivo para turistas; está todo apañado para que los turistas recién llegados al país tengan que coger este tipo de transporte si quieren moverse desde allí. Este autobús iba hasta Siem Reap, ciudad cercana a los templos de Angkor, pero nosotros nos bajaríamos en Sisophon, a mitad de camino, para allí desviarnos.

El autobús era lujoso (para Camboya, claro) con aire acondicionado y asientos cómodos. Sin embargo el camino no lo era tanto... asfalto prácticamente inexistente y cuando lo había estaba lleno de baches. Unas tailandesas que acababan de comer (im maak) lo pasaron bastante mal por los botes que daba el autobús.

Al poco tiempo el autobús se paró. Una larga cola de coches, furgonetas y otros autobuses turísticos estaban detenidos porque unos de los puentes se había roto.





Aproveché para bajar y hablar un rato (gestualmente claro) con la gente de otros vehículos...





y ver cómo los chavales de la zona se divertían saltando desde los puentes ferroviarios.



Tras una hora detenidos un pickup 4x4 decidió salirse de la ‘carretera’ y meterse por un caminillo entre campos de arroz para coger el acceso a otra carretera. Ni corto ni perezoso, nuestro conductor le siguió. Vaya flipe ver como el autobús metía rueda en los empantanados cultivos y cómo pasaba los socavones y barrizales con nosotros dentro.


De Sisophon a Batabang

Nos bajamos en Sisophon gracias a que Kun Chacs preguntó por el pueblo: -Ah, sí, Sisophon, es aquí. Al segundo el bus abrió sus puertas, bajamos y aquello era desolador: solazo, viento, polvareda, gente que no nos entendía en absoluto y casas muy dispersas. Tras caminar un rato sin que nadie comprendiera el nombre de la ciudad a la que nos dirigíamos topamos con un conductor que nos vio la cara de perdidos y nos llevó hasta la estación de autobuses donde nos aseguraron que en breve saldría un pickup camino de nuestro destino.

El pickup efectivamente llegó al poco tiempo con la caja ya bastante llena.



Entre mujeres y niños habría 15 camboyanos que me miraban muy sorprendidos de ver un guiri en sus mismas condiciones. La caja poco a poco se iba llenando más y más: más madres con niños, alguna mujer mayor, jóvenes camboyanos, más y más mercancías y una sombrilla que nos tapaba a todos del sol… Y seguía subiendo gente... A los 40 minutos, cuando el pickup estaba completamente saturado quitaron la sombrilla y nos pusimos en marcha. Por lo que yo conté dentro del pickup había 7 personas (entre ellas Kun Chacs) y 25 (sí veinticinco, contándome a mí) más en la caja, más sacos con mercancías, más nuestras mochilas, más un árbol, más un pato.



Os aseguro que la situación acojonaba bastante: a 80-90 km/h, con tanta gente en un espacio tan pequeño, sin apenas poder mover las piernas, yo iba agarrado a una cuerda que sujetaba la mercancía, una vieja con casco integral agarrada a una de mis piernas, una madre con su bebé a la otra, un chaval detrás de mí subido en unos sacos y agarrado únicamente a mi cuello, con el árbol dándome en la cara con sus hojas y frutos... los baches, los adelantamientos a bicis, carromatos, bueyes... Gracias a dios la carretera no era tan mala como las que habíamos visto y el conductor del pickup era bastante sensato; aunque en Camboya conducen de forma bastante agresiva éste era consciente de lo que llevaba detrás de él y que un mal bache habría sido fatal.






Tras hora y media en aquella situación llegamos a Batabang. Kun Chacs salía destrozada del interior del pickup y yo todavía temblaba de la tensión acumulada, de haber sujetado la cuerda tan fuertemente durante tanto tiempo...

Buscamos una guesthouse y salimos a dar un paseo por la preciosa ribera del río que los locales aprovechaban para bailar, hacer taichí, volar cometas, pasear o charlar sentados tranquilamente en un banco.



El carácter camboyano se abría ante nosotros, gente con ganas de conversar, de saber sobre otros sitios, lugares que difícilmente visitarán...

Esa noche estábamos rendidos de la paliza del viaje y nos fuimos a dormir muy temprano, imaginando que al día siguiente nos esperaban nuevas aventuras...

Continuará...

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4Comentarios:

@ 31/8/06 17:42 , Anonymous Anónimo dijo...

Que buena la historia si señor... eso es intentar fundirse con el pueblo y vivir aunque sea solo por unas horas algo parecido a sus vidas.
Un abrazo!

 
@ 31/8/06 17:43 , Anonymous Anónimo dijo...

queremos conocerla a ella!!!


presentanosla!

 
@ 31/8/06 17:52 , Anonymous Anónimo dijo...

Cuantas rimas se me ocurren...
Siempre creando ilusión con tus viajes, sobre lo que relatas de la pick up... el sabado pasado me pasé 7horas y media encerrado en uno, en un cubículo, mis piernas me daban en la barbilla y hacia un calor del carajo... pero sobreviví y en un rato me voy a hacer un viaje de 6 horas de nuevo... hay que aprovechar que nos queda poco!!!

 
@ 1/9/06 00:53 , Blogger Banyuken.es dijo...

El párrafo en el que describías la situación vivida en la caja del pick-up me ha hecho casi llorar de la risa, sabedor de que no os había pasado nada a nadie. Pero es que lo de la abuela con casco integral... Dios, qué punto.

Estoy expectante, ¿qué más os ofreció Camboya?

 

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