31.5.06

Vietnam Norte: Hanoi, Sapa y Halong

Hanoi es una ciudad sorprendente. Sorprende el bullicio, la cantidad de motos, el aparente caos, la vida de sus calles, la cantidad de sitios turísticos, la cantidad de turistas, el ajetreo matutino de los vietnamitas haciendo deporte a primera hora... y a la vez sorprenden sus apacibles lagos, sus otras calles más tranquilas, sus zonas anchas y abiertas, sus barrios puramente vietnamitas, su limpieza (para ser Asia claro), sus calles agrupadas por gremios...

Nos alojamos en el barrio antiguo, en un modesto hostal cerca del lago. Dejamos las cosas, descansamos unos minutos la tralla que llevábamos encima y cambiamos el chip. Hasta entonces no habíamos parado ni un día entero en cada ciudad y como la logística nos había cuadrado perfectamente decidimos subir el pié del acelerador y dedicarle día y medio a la capital vietnamita.

El primer paseo por el barrio antiguo me cautivó. No era muy tarde pero como había llovido las calles estaban relativamente tranquilas. Todas las tiendas estaban agrupadas por gremios, las calles se dedicaban exclusivamente a un sector, a un tipo de producto y algunas de ellas, especialmente las dedicadas a juguetes o telas, mostraban llamativo colorido.

Hanoi tiene olor francés; notas que los gabachos han estado allí tiempo y han marcado estilo. La arquitectura de las casas, los barrios, el gusto por el buen café y las elegantes cafeterías, el pan, la bollería, la comida exquisita... así que esa noche nos dimos un pequeño capricho comiendo en un restaurante que mezclaba estupendamente platos de comida vietnamita con la comida francesa.

Después de cenar hicimos alguna compra y flipamos con los carteles de propaganda comunista de una tienda de antigüedades, si bien actualmente en Vietnam todavía se ve bastante propaganda roja. Buscamos algún garito animado pero lamentablemente llevábamos pintas guiris (pantalones cortos, sandalias, bolsas con compras...) y no nos dejaron entrar en la discoteca de moda. Volvimos al hotel y como no quería irme de Hanoi sin conocer la noche me cambié de ropa y de nuevo para la discoteca, esta vez yo solo. Allí hice algún colega europeo y eché buenos bailes con las vietnamitas modernillas de Hanoi. De nuevo casi todo vietquais.

Día 6.
Paseamos por las zonas más turísticas de Hanoi. El mausoleo de Ho Chi Minh, que encontramos cerrado, y su museo que trata principalmente de la vida del tio Ho y su movimiento para liberar Vietnam de los franceses.







También nos dio tiempo a saborear la Bia Hoi con los pedáneos...




antes de coger el tren nocturno que nos llevaría al extremo noroccidental de Vietnam. Fue curiosísimo que en el tren teníamos el mismo compartimento que una pareja española y en el mismo vagón había otra pareja de recién casados. Los primeros españoles que veíamos en todo el viaje.

Día 7.
Llegamos a Sapa al amanecer. Sapa es una pequeña ciudad que sirve de puerta de entrada a las montañas del Noroeste de Vietnam donde desde hace mucho tiempo viven etnias exclusivas de esta zona del mundo.

Comenzamos un trecking por las laderas del Fansipán, el techo de Indochina, que nos dejaría imágenes imborrables. Hice cientos de fotos, la belleza de los paisajes lo exigía, mirara donde mirara era digno de fotografía.







Y por la tarde llegamos a un pueblo donde cenamos y dormimos en casa de una familia encantadora.

Día 8.
Más paseo entre montañas, más etnias, más paisajes preciosos y más fotos. Y por la tarde vuelta a Sapa, compras y hacer un par de llamadas a Soria donde, coincidiendo con el día de la madre, se celebraba el Catapán [*1].

Día 9.
Nos levantamos tarde ya que no teníamos un plan definido. Si bien queríamos ver los alrededores de Sapa no sabíamos muy bien donde ir. Decidimos ir hasta el Trompass desde donde se divisan increíbles vistas tanto del Fansipan (bueno, de su valle, porque la montaña estuvo cubierta todo el día) como de la cadena montañosa que separa Vietnam de China. Tan cerca, al otro lado de esos picos, está la potencia que durante tantos años ocupó Vietnam.



Desde aquel mirador Kun Chacs se volvió con su motero a Sapa pero yo había alquilado mi moto para todo el día y no quería desaprovecharlo. Así que seguí la juguetona carretera y comencé a tumbar la moto en las curvas, a disfrutar a tope de la carretera. Me lo pasé en grande.





Y esa noche vuelta a Hanoi en otro tren-cama donde dormí del tirón.

Día 10.
Nos despertamos ya en Hanoi. No sabemos cuanto tiempo había pasado desde que habíamos llegado pero salimos del tren los últimos, con el motor y luces apagados. Se notaba el cansancio acumulado del viaje... pero todavía nos quedaba el último tirón: en un par de horas nos juntamos con Pablo y Ander, compañeros de la oficina, para hacer una excursión por la bahía de Halong.

Primero tres horas de autobús hasta la costa y luego cogimos un barquito en el que íbamos a pasar la noche.

(no era exactamente éste, pero se parecía)

La Bahía de Halong está llena de islotes rocosos, unos tres mil promontorios que dibujan un horizonte único. Si bien en otros sitios como Krabi o Phan-nga (ambos en Tailandia) encuentras paisajes similares aquí el área a visitar es enorme.






Pasamos casi toda la tarde en cubierta, tomando el sol, el aire y flipando con el paisaje. También fuimos a ver algunas cuevas y a un embarcadero de piraguas desde donde, a última hora de la tarde, salimos a remar dando la vuelta a uno de los islotes. Kun Chacs y yo nos perdimos; hubo un momento que estábamos solos rodeados de islotes pero sin nadie a la vista. La isla parecía pequeña así que decidimos seguir dándole la vuelta entera a la isla pero ésta no acababa nunca. Ni siquiera el sol te servía de orientación porque estaba atardeciendo y el cielo estaba nublado. Sólo teníamos acantilados rocosos altísimos a nuestro alrededor y que desorientaban porque todos se parecían. Para no agobiarnos cantamos canciones (curiosa mezcla de religiosas y punkies) hasta que llegamos a un palafito y un pescador nos dijo, o al menos eso entendimos, que por allí íbamos mal. Dar la vuelta y volver por donde habíamos ido no era muy acertado porque habíamos remado casi todo el rato con la corriente a favor y volver iba a llevar bastante rato. Sin embargo hicimos caso al pescador, dimos la vuelta y nos preparamos para cansarnos los brazos con la corriente en contra. Por fin llegamos a nuestro barco que estaba esperando a los españoles. No sólo a nosotros sino también a Pablo y Ander que habían volcado la piragua y la habían inundado sin poder achicar. ¡¡Qué calamidad!! Cuando el barco se puso en marcha vimos de nuevo el palafito que estaba muy cerca de donde nos esperaba el barco. A veces la comunicación por gestos no es muy entendible...

El ambiente en el barco era muy tranquilo. Estábamos unos diez guiris y la tripulación la formaban cuatro tais que enseguida se fueron a dormir. Algunos dormían en un banco duro del comedor. No había pasado nunca la noche en un barco pequeño pero la sensación fue muy apacible. Jugamos al poker hasta que nos entró sueño y como nuestro camarote estaba cerca de la sala de máquinas no dormí del todo bien.

Día 11.
Levantarte, salir del camarote y volver a flipar con el paisaje. Casi todo el viaje de vuelta a la costa estuve mirando al precioso horizonte y pensando... se me acababan las vacaciones y la estancia en Vietnam. Había sido un viaje tan chulo y tan variado que todavía esperaba algo más que me sorprendiera de nuevo en este país.
Volvimos a Hanoi y aprovechamos a hacer las últimas compras, camisetas, libros, zapatillas... y como tenía algo de tiempo antes de coger el avión decidí ver el teatro de marionetas acuáticas. De la historia no me enteré mucho porque se narraba en vietnamita pero los muñecos eran graciosos, la música tradicional en directo y la mayoría de escenas representan actividades rurales que había visto pocos días antes, así que me encantó.


En total han sido once días que han servido para cruzarnos Vietnam de Sur a Norte, desde Saigón (Ho Chi Minh City) hasta Hanoi, sin pasar por alto sitios tan atractivos como Sapa o Halong... los paisajes, la abundante vegetación, las montañas, las islas y sobre todo la gente, me quedo sobre todo con los vietnamitas.


Vietnam me ha gustado tanto que no descarto un futuro viaje (a saber cuándo) para ver las cosas que se han quedado en el tintero... más rutas por las Central Highland, el delta del Mekong, subida al Fansipan y mil rincones sin reseña que seguro me sorprenden.

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[*1].- Fiesta soriana introductoria a las Fiestas de San Juan

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23.5.06

Vietnam: Sur y Centro

Tenía muchísimas ganas de hacer este viaje; incluso cuando me comí el tarro con los destinos en la solicitud de la beca pensé en hacer algún día esta ruta. Y la expectación ha sido acertada, probablemente ha sido el viaje que más me haya calado en lo que llevo en el sudeste asiático (bueno, Myanmar también fue la polla).

Día 1. (de viaje, 4 de mayo)
A media tarde llegamos Ho Chi Minh City (antigua Saigón), ciudad enorme y muy animada del Sur de Vietnam, que ya había visitado en noviembre y a la que Khun-Chacs (mi compañera de curro y viaje) dedicará un futuro finde en exclusiva. Así que apenas estuvimos allí. Hicimos una visita rápida a los compañeros de la oficina comercial en Jochi, cervecitas, cena y para el autobús que Carlos nos había reservado hacia nuestro siguiente destino. Empezaba la tralla de transporte con siete horitas de autobús nocturno con el aire acondicionado y la música (algo parecido a un popurrí popular latino orquestado por Luís Cobos) a tope y curvas de carretera vietnamita de montaña.

Dalat se encuentra en mitad de las Central Highland, a unos 1.500 metros de altura y nos recibió a las tres de la madrugada con una niebla que destemplaba. Teníamos plan de dormir esa noche en el bus y luego hacer tiempo en la calle pero como el autobús llegó antes de lo previsto y la niebla era incómoda buscamos un hotel barato para descansar unas pocas horas.

Día 2.
A las ocho arriba porque habíamos quedado para hacer un barranco. Aunque tenía mono de altura, agua y saltos la actividad fue un poco sosa. En total un tobogán y cinco rápeles de los cuales sólo los dos últimos eran disfrutones, con agua, resbaladizos y encañonados de verdad. Aun así el barranco sirvió para quitarme el mono y hacer un poco de ejercicio.







En cuanto acabamos la actividad volvimos al pueblo; en media hora nos salía un minibús que nos llevaría de vuelta a la costa, exactamente a Thap Cham, una pequeña ciudad de 143.000 habitantes [*1] y para nada turística. El paseo por sus calles fue graciosísimo, todo el mundo nos miraba como si fuésemos extraterrestres. Supongo que el que Khun-Chacs fuera rubia muy rubia con el pelo largo rizado y, con su metro setenta, más alta que la mayoría de los vietnamitas ayudaría, pero de verdad que nos trataban como marcianos. Incluso varias madres llamaban a sus hijos para que vieran el extraño suceso de aquella tarde... hijo, tú una vez viste unos humanos raros paseando por esta ciudad. Para que los chavales vieran que éramos de carne y hueso entramos en una escuela y la maestra, que hablaba buen inglés, intentó que sus pequeños alumnos hablaran un poquito con nosotros.



Supongo que, con el potencial turístico de Vietnam, en unos años la gente estará más acostumbrada a las caras y cuerpos occidentales.

Otra de las aventuras que nos ocurrió en Tap Chang fue a la hora de la cena. La maestra nos había recomendado unas sopas de pollo en uno de los puestos de la calle. Pese a que Vietnam ha sido un país bastante afectado [*2] por la gripe aviar teníamos poco miedo a la alarmante epidemia. Lo que no esperábamos es que el pollo que nos ofrecieron con el arroz estaba muy poco hervido, prácticamente crudo y un atrevido mordisco delató muy mal sabor. Determiné que no me lo comía a la vez que Khun-Chacs dijo: si me ven mis padres comiéndome este pollo me meten una ostia... Nos comimos el arroz con las hojas de menta y pese a los ojos tristes de la cocinera y parroquianos el pollo no lo volvimos a tocar.

Como yo todavía tenía hambre cambiamos de garito, esta vez a una especie de cantina donde había bastante gente. - Un sitio con éxito, ¡de puta madre! -. Observé lo que estaba comiendo la gente y señalando con el dedo pedí algo parecido a carne con patatas. Cuando me lo trajeron tenía una pinta cojonuda, trocitos pequeños de carne fritos con cebolla y verduritas y olía muy bien a curry. Sin embargo cuando le hinqué el diente la textura era muy extraña. Carne dura, mucho tendón y el hueso estaba picado; era difícil no masticar la carne sin encontrar trocitos de hueso que jodían los dientes. Estaba seguro que aquella carne yo no la había probado nunca y con la fama vietnamita de comer cualquier bicho me picaba la curiosidad. Intentar enterarme del bicho que estaba comiendo fue imposible. Yo mugía, piaba, balaba, relinchaba, ladraba, maullaba... pero nada, que me quedé sin saber lo que comí.

En menos de media hora nos subimos al tren nocturno que atraviesa diariamente Vietnam. Cómo me gusta montar en tren nocturno. Echamos unas birras en el coche-restaurante y dormimos del tirón en la cama blanda [*3].

Día 3.
Llegamos a las 6 de la mañana a Danang. Allí nos esperaban un par de moteros que durante tres días nos iban a hacer de guías ‘easyrider’ por la zona central de Vietnam. Para empezar la ruta nos llevaron por los alrededor de Danang, paisajes rurales y carreteras que se usaban para secar arroz y maíz.






Visitamos My Son, ruinas de una antigua ciudad de la que quedaban sobre todo templos y estupas en un entorno selvático.



Y comimos en Hoi An, una ciudad patrimonio de la humanidad cuyas calles eran tranquilas, ideales para pasear. Allí visitamos un templo chino e hicimos las primeras compras.



Al atardecer volvimos a Danang y cenamos en el puesto de comida que tenía la mujer de uno de nuestros moteros en la puerta de casa: pato asado y sopa de noodles vegetales regada con una fresca Biere Larue. Cenamos de puta madre y seguimos la noche con los moteros en un garito de billares. Llevábamos casi un día entero con ellos y ya los empezábamos a calar. Uyen, tirillas, bien arreglado, el motero de la voz cantante, el que no para de hablar, de explicarte todos los rincones, todas las historias, de hablar de su familia, de comentarte que necesitaba el trabajo para alimentarla, de los malos momentos en la temporada de lluvias… y por otro lado Tant, con algo de barriga y descamisado, con su birra en la mano, su cigarro, su boca cerrada y su sonrisa picaruela cuando oía hablar de mujeres. Ambos estaban en la misma situación, casados con dos hermanas y con varios hijos, compartiendo profesión y amistad desde hacía mucho tiempo… pero cada uno afrontaba la vida con diferentes actitudes. Eran el punto y la i. Mi motero era el punto, Tant y con él conseguí mucha complicidad.

Aquella noche Uyen se preocupó cuando le dije que quería seguir de fiesta. Su instinto paternal le llevó a impedírmelo razonando que en Vietnam los garitos nocturnos son sitios peligrosos, donde podría encontrar sin quererlo drogas y malas mujeres. Así que para que no se preocupara a eso de medianoche nos llevó al hotel, nos acostó, nos dio el besito de buenas noches, apagó la luz y al cerrar la puerta yo pillé el kit supervivencia y a pasear por la ciudad. Todo la ciudad estaba oscura, ni una farola; por la calle pasaba algún que otro coche con la música alta y muchos perros callejeros. De vuelta al hotel yo le había sacado a Tant el nombre de varias discotecas así que fue preguntar un poquito y llegué a una sala enorme a medio aforo. Mucha ‘camarera’ mona, gays y vietquais [*4] con ganas de dar conversación a un guiri perdido en Danang. Me tomé un par de birras y volví al hotel en la moto de un chaval que me aseguraba que la única manera que él tenía de pillar cacho en aquella ciudad era pagando. De hecho ahorraba para darse un capricho una vez al mes con alguna belleza vietnamita.

Día 4.
Fue uno de los más bonitos del viaje.
Para comenzar la mañana visitamos las ‘Marble Mountains’, cinco montañas con abundancia de mármol (aunque mucho fue extraído por los chinos) y que simbolizan elementos naturales: agua, madera, fuego, metal y tierra. Las montañas albergaban varias ermitas y santuarios budistas.





Hacia el mediodía cogimos la Highway 1, que recorre Vietnam de Norte a Sur bordeando la costa, con dirección a Hue. La carretera subía colinas, se adentraba en bosques, pasaba miradores que dibujaban desde lo alto la costa vietnamita… paisajes flipantes que cambiaban cada pocos kilómetros, de montañas muy verdes pasábamos a campos de arroz con horizonte montañosos, casas aisladas, playas, islas, barquitos pesqueros… fue una ruta preciosa. Cuando paramos a comer le dije emocionado a Khun-Chacs: he hecho muchas fotos pero sé que van a ser una mierda si las comparo con las que yo tengo en la retina… aun así aquí tengo que poner alguna.





Por la tarde y hasta el anochecer estuvimos en la playa. Bebiendo cerveza Huda [*5] y hablando tranquilamente con nuestros moteros, conociendo historias del Vietnam de antes y del de ahora, de su comunismo y de su reciente apertura al resto del mundo…



Aquella noche tomamos unas birras en el único garito que encontramos animado. Echamos unas partidas de billar con los pedáneos y volvimos no muy tarde al hotel en ciclo con inevitables sensaciones imperialistas.

Día 5.
Este día acababa la estancia con nuestros moteros. A las dos de la tarde cogíamos un avión de Vietnam Airlines que por unos cuarenta euros nos llevaría hasta Hanoi. Aquella mañana la aprovechamos para ver Hue y las tumbas reales, complejo que incluía palacios, casas de descanso de antiguos reyes y extravagantes mausoleos junto al Río del Perfume.

Con pena nos separamos de nuestros amigos echando el último ¡Salús! Con Huda Beer.



Aunque sólo habíamos pasado tres días con ellos nos habíamos acostumbrado a su compañía, a su moto como medio de transporte, a sus explicaciones… si vais a Vietnam y queréis disfrutarlo a tope el verdadero país y sus gentes, os recomiendo este contacto.

Ahí va un mapita con la ruta hasta este día


Y nuestro viaje continúa por el Norte...

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[*1].- Vietnam está bastante poblado... con una superficie de 330.000 kilómetros cuadrados tiene unos 80 millones de habitantes. España ocupa unos 500.000 km2 y tiene la mitad de población.
[*2].- Unos setenta casos detectados en 2005, 22 de ellos mortales. El gobierno vietnamita tomó medidas drásticas a final de año para evitar el contagio tales como prohibir la venta de carne de pollo en los restaurantes. Desde entonces no se ha sabido de más casos. + datos
[*3].- El tren vietnamita tiene cuatro categorías de asiento: duro, blando, cama dura y cama blanda.
[*4].- Hijos de vietnamitas que huyeron de Vietnam, vivieron durante años en países de acogida, formaron allí su familia y tras los años han vuelto a Vietnam. Normalmente más ricos que la media vietnamita.
[*5].- Pese a que la apertura del mercado ha hecho que en casi todo Vietnam puedas encontrar cervezas de importación (Heineken, San Miguel...) en cada ciudad o área siguen teniendo su cerveza local: Saigon, 666, Huda, Biere Larue, Bia Hoi, Lao Cai... Sin embargo me dio la sensación de que las grandes cerveceras mundiales van poco a poco comprando a las productoras locales vietnamitas. El capital es el que manda, pese a que Vietnam todavía se considera comunista.

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19.5.06

El Merapi entra en erupción

Esta semana ha salido en los medios la noticia de que el volcán Merapi (más ampliamente en inglés) ha entrado en erupción. Después de semanas de alta inestabilidad finalmente fue la mañana del pasado día 15 cuando explosionó arrojando lava y nubes tóxicas que han puesto en peligro el área circundante.

Pese a que el gobierno indonesio ya había dado la alarma en la zona (unas 17.000 personas), muchos pueblos cercanos al ‘Monte de Fuego’ se negaban a desalojar bien por motivos laborales o de incredulidad ante las sucesivas alarmas. Además, aunque Java es una isla mayoritariamente islámica, muchos habitantes siguen teniendo creencias animistas y algunos consideran la erupción como un enfado del volcán que pueden mitigar mediante ofrendas.

El Merapi es el volcán más activo de Indonesia y su última erupción había sido en 1994. Yo lo visité cuando estuve de vacaciones de navidad por la isla de Java pero debido a las nubes tóxicas que arrojaba no pude subir hasta el cráter. Aun así la excursión fue bastante chula. Aprovecho para poneros alguna foto más de aquella subida.







(Esta es repetida pero me gusta mucho)



Y de la actual erupción.

AFP


EFE-WEDA

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3.5.06

De campamento en Khao Yai

1.- Saliendo de Bangkok, hacia donde fuera y como fuera.

Finales de abril, después de un mes con tan buena compañía y viéndome de repente más solo que la una necesitarme salir de Bangkok, escaparme a mi bola.

En clase de thai recibí un empujoncito para hacerlo y a partir de entonces desconecté de Khun Nipa (mi profesora). Salí de la oficina con prisa camino a casa. Rápidamente metí en la mochila lo justo y necesario para pasar unos días en alguna parte y pillé un eterno taxi hasta la estación de trenes de Hua Lam Pong. En el camino aproveché para ojear los folletos con horarios de las cuatro rutas que parten de Bangkok y buscar en la guía cosas que podía encontrar en cada punto cardinal.

La estación estaba hasta arriba de gente. Era temporada alta en Tailandia y para llegar a la taquilla tuve que esquivar la alfombra de trenzas y rastas rubias de los [pieles]rosas que había tirados por el suelo. Tanta gente olía a escasez de billetes y efectivamente en la taquilla me dijeron que para esa noche no sólo no había camas en ninguna de las rutas sino que únicamente quedaban asientos de tercera clase en la ruta que lleva al nordeste (Isan) y cuyos horarios de llegada no eran nada buenos. Así que me volví para casa con el morro bien caído, con ganas de enchufarme a Internet y ver los vuelos de bajo coste que cruzan Tailandia; los horarios y los precios eran buenísimos, pero justo al hacer el pago recordé que hacía unos meses había perdido mi DNI y el pasaporte lo había dejado esa mañana en la embajada de Vietnam para tramitar mi visado (una semanita). Con lo cual no podía volar. Segunda caída de morro que me hizo meterme en la cama y así levantarme pronto al día siguiente.

A las cinco arriba, coge el mismo petate que había dejado frustrado siete horas antes para esta vez intentar el ataque vía bus. En la estación del Norte (Mochit 2) me compré un billete a Pak Chong, ciudad de la que lo único que sabía es que estaba cerca de un parque nacional. Cuando llegué me vi en una ciudad pequeña, con casitas bajas, mucho comercio y el movimiento de una típica ciudad tai a las diez de la mañana. Negociando con un conductor de songteew conseguí que desviara su ruta hasta la entrada del parque nacional.


2.- De paseo por Khao Yai

El parque de Khao Yai es la reserva natural por excelencia de Tailandia y de bosques monzónicos vírgenes en Asia. Con un área de más de dos mil kilómetros cuadrados sus principales variadas especies vegetales y animales pertenecen a la selva tropical, selva montañosa y sabana.

Tal y como avisaba la guía la entrada al parque costaba 200 bahts (4 euros) pero lo curioso es que siendo tai el precio más alto eran 30 bahts. Una vez dentro me di cuenta de que no había ningún medio de transporte para moverte dentro del parque y el parque no cubría un área pequeña que digamos. Así que la única posibilidad que vi, y que me recomendaron en taquilla, fue hacer autostop. No tardó mucho en pasar una familia tai en su pickup y que no puso mucho problema en que yo me montara en la caja. Los chavales miraban sonrientes por la luna trasera:
- mira que majo el farang que se ha acoplado a nosotros.


Según iba subiendo rampas los colores de la vegetación y el cielo cambiaba por momentos: nubes negras que anunciaban tormenta y colores oscuros, cielo despejado y verde reluciente, chaparrón y todo gris... cuando llegamos a uno de los miradores desaparecieron las nubes y volvió el cielo azul, soleado y el calor. Nos cruzamos con unos cuantos monos que me miraban desde la cuneta. Pero el coche no se detuvo allí... ¿Dónde coño iba ese pickup? ¿Llegaríamos a algún centro de visitantes?

A los pocos minutos encontramos un grupo de ocho chavales que estaba de excursión por el parque y que también se subieron al pickup.


El coche no tenía la suspensión muy alta y en cada uno de los badenes los bajos tocaban el asfalto. La familia no protestaba, simplemente frenaba y pasaba los resaltes con precaución (aunque siempre tocando con los bajos).

Un kilómetro más allá los chavales se bajaron del pickup. Como me habían dicho que estaban de excursión para ver bichos yo les acompañé aunque lo que no les entendí (en thai claro) es que esa actividad ya se había acabado y que estaban de vuelta para comer. Yo simplemente iba donde fueran ellos, porque me iban dando conversación...


3.- Campamento juvenil

Llegamos a un campamento con varios albergues bastante grandes y en la zona común había instalado un comedor. Los chavales me llevaron hasta uno de los monitores que sabía inglés e imagino que me presentaron como un farang perdido que no sabía muy bien donde iba porque el monitor en seguida insistió en que me quedara con ellos...

- No, no, de verdad que no hay problema, que te quedes hombre, que ya tenemos pagado todo el albergue y nos sobran literas y comida.

Me comentó que toda la excursión estaba montada por una organización que hacía cursos extraescolares para fomentar el respeto, para vivir en armonía con la sociedad, con la naturaleza y el entorno. Se trataba de un campamento juvenil en el que durante aquellos tres días (aquella era su segunda noche) los treinta chavales, de entre 10 y 18 años, practicarían lo aprendido en clase sobre el respeto a la naturaleza en uno de los más ricos parques nacionales de Asia.

Qué mejor ocasión que ésta para convivir con jóvenes tailandeses, con los monitores; para conocer el sistema educativo, las bases éticas con el entorno de la sociedad tai,... para pasar una tarde-noche con peña de todas las edades y que apenas hablaban inglés. Así que encantado acepté la invitación.

- Joder, por mi guay, pero... ¿cómo os pago esto? ¿Os ayudo con algo? ¿Friego? ¿Cocino? ¿Barro el dormitorio? ¿Limpio las letrinas?
- No hombre, ya hay gente que se encarga de todo eso, hay servicio de limpieza en el albergue y entre los chavales hay cocineros.
- Vale, pues monto alguna actividad para los niños...
- No, no, que tenemos la agenda repleta ya. Tú tranquilo. Tú te unes a las actividades, observas y entiendes lo que puedas...

Acompañado por los ocho profesores (cuatro de ellos hablaban inglés) comí un curry cojonudo y después empezaron las actividades.


4.- Actividades de tiempo libre y convivencia

Me senté a escuchar a los monitores que pillaban la guitarra, mezclaban charlas...


con cánticos, con juegos...


con coreografías, con explicaciones sobre hojas, raices, animales, plumas... Yo apenas entendía una palabra, interpretaba lo que podía y los chavales me miraban desgüevados. A media tarde hubo un descanso y un grupo se acercó a mi, a preguntarme (en tai) sobre mi vida, sobre qué hacía allí... Vi que de los diez o doce solamente había dos chicas que hablaran inglés así que aproveché para que el resto de chavales se soltara con el idioma y empecé a preguntar a los demás frases básicas: - What is your name? How old are you? Where are you from?

Fue muy curioso ver que al principio se sentían tímidos pero poco a poco mostraban interés en poder comunicarse conmigo y yo les forzaba a que no usaran el tai. Los que menos inglés sabían acabaron haciendo una breve presentación y con los más avanzados pasé al castellano... un par de frases básicas que se divertían repitiendo ya que los fonemas les resultaban graciosos.

Tras la complicidad conseguida con aquel grupo el resto de chavales estaba en el bote. Todos querían hablar conmigo, saber cosas sobre mi vida, sobre España, así que entablé conversación con casi todos...

Esa noche, después de cenar, hice una ruta en 4x4 para ver animales del parque nacional e invité a los monitores a venir conmigo. Como había llovido minutos antes no vimos más que ciervos (unos veinte sin exagerar), puerco-espines (realmente no sé lo que eran porque eran muy grandes con pinchos) y algún mono insomne. Aun así me lo pasé en grande porque los monitores no paraban de echarle los trastos a la guía...

A la vuelta del safari y antes de acostarnos participé en una actividad mística, con la única luz de las velas, pidiendo deseos a los espíritus de la naturaleza.


Tras una charla, que no entendí, los monitores me dieron unas cuerdecitas blancas y junto a ellos pasé chaval por chaval atándoselas en las muñecas y deseándoles felicidad y armonía en sus vidas.
- Nada, tú lo deseas en tu idioma, funciona igual...
Imaginadme con los chavales diciéndoles:
- Tío te va a ir de puta madre...
sé que puede sonar raro pero con la charla, el ambiente de las velas, la concentración de los chavales por el respeto budista de la felicidad y las ganas que tenían de que yo les pusiera la cuerda fue realmente emocionante participar en una actividad así.

Y de ahí... a domir, mi estrella...


Al día siguiente nos levantamos muy pronto, a las 6, con el amanecer y para empezar el día tocó un poco de ejercicio físico, un poco de marcha, flexiones, abdominales y un paseo por el parque para interpretar aves, con libros de especies y prismáticos, flipando con la frondosa vegetación y con toda la variedad de pájaros del parque...




5.- La despedida

El campamento se terminaba y a la salida del parque paramos para hacernos una foto. Era la imagen de despedida del campamento pero querían que yo también apareciera en la fotografía. En la pancarta se puede leer: 'Proyecto para del respeto del medio ambiente y de los recursos naturales'.


A ellos les esperaba un autobús para llevarles de vuelta a su ciudad (Khorat, a unos 100 kilómetros al Norte del parque) pero no dudaron en acercarme hasta Pak Chong para que yo cogiera el bus de línea hacia Bangkok. Hasta que no me vieron montado no se fueron, y cuando subí a mi autobús todos los chavales me despidieron sacando las manos por las ventanillas, gritando sawadee-kaaa! (adiós)

Fue muy emocionante aquella despedida; durante 24 horas había convivido con aquella gente y sin conocerlos de nada me habían dado todo: comida, cama, amistad, diversión... Durante un día entero me sentí muy arropado por todo el grupo. Fue una experiencia cojonuda e irrepetible.

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